jueves, 4 de agosto de 2011


Esto sucedió hace poco más de dos años. Un hombre de Kenia mordió a una pitón que lo atrapó y arrastró hasta lo alto de un árbol con la intención de comérselo. Fue una batalla épica, dos contendientes decididos, uno, a no dejarse asumir como la cena, y el otro en obtenerla a como dé lugar.  La acometida duró dos horas. Ganó el pastor, pues la serpiente fue sometida por la policía keniana.
La cosa estuvo así: el agricultor Ben Nyaumbe estaba metido en sus faenas, en un campo ubicado en la zona de Malindi, en la costa del océano Índico. Tan ensimismado se hallaba que no percibió al reptil llegar. Como todo pitón que se respete se enrolló en torno al pecho del buen hombre, que fue entonces, -supongo que ante el futuro que le esperaba-, que acudió a una medida desesperada: morder al bicho y taparle el hocico con su camiseta, para inutilizarlo. Para entonces la víbora ya lo había arrastrado a la copa de un árbol.
Una y otra vez el pastor mordió. Continuadamente la serpiente intentaba zampárselo. Con todo,  los buenos dientes de Ben surtieron efecto pues  su verdugo aflojó la presión y fue así que el pastor pudo alcanzar su teléfono celular del bolsillo de su pantalón. Pidió ayuda. Los uniformados, al llegar, fueron testigos de la batalla entre la sierpe y el hombre, - relato bíblico si los hay pero con el argumento al revés-. Los agentes tuvieron que tirar una cuerda para bajarlos y salvar al casi desfallecido Nyaumbe.
En medio de la confusión la pitó hizo mutis. Meter Katar, superintendente de la policía keniana, declaró que estaban “seriamente” buscando a la serpiente, con la intención de arrestarla. “Es un peligro para la seguridad pública”, dijo, solemne…
A la fecha la malhechora sigue prófuga de la justicia.

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