miércoles, 3 de agosto de 2011

Los oficios del que mira


El que mira está y no está. Su mirada en el horizonte va a la búsqueda de algo que se percibe fuera de él. Del que atisba y escudriña. Siempre me han gustado los miradores porque te permiten observar que es decir como respirar.Y si eres lo suficientemente listo, o diligente, ese puede ser un ejercicio solitario, lo que te da una perspectiva más profunda porque estás a salvo de distracciones. A lo largo de mi vida he conocido miradores de antología, (bien se podría trabajar sobre una que incluyese los mejores miradores del mundo). En Guanajuato me inscribí a una clase de idiomas en la Universidad nada más que para subir los doscientos escalones que me llevaban al salón de clase al que raramente entraba, perdido en mis ensoñaciones y en la vista privilegiada de la ciudad que me daba tal altura. Cuando comencé a ganar dinero como periodista, muy joven aún y soltero, lo primero que hacía los días de pago era irme a meter la tarde y la noche entera en el piso 41 de la Torre Latinoamericana, en donde estaba el bar Muralto. Los meseros, que conocían esa mi afición al oteo sin rubor, me tenían apartada mi mesa. Tiene algo de brujería estar en un mirador, ese elevarte por encima del mundo, ese apartarte de él. Estar en un mirador es como los ejercicios de respiración bien hechos: expanden la vista como se expanden los pulmones.
Bienvenidos pues a este Mirador en el que caben todos y todo: letras, cine, música, pensamiento, artes plásticas, circo, maroma, teatro y, por supuesto, periodismo.    

1 comentario:

  1. Tentador el aliento de entrada que pones a este nuevo Mirador, Víctor... No soy muy afecto a los Miradores porque me dan miedo las alturas... pero con todo y mi miedo he estado en algunos interesantes que compartiré por acá... Saludos...
    Rafael Romero

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